Her wing-beat carries these islands to Africa,
she sewed the Atlantic rift with a needle’s line,
the rift in the soul.
Derek Walcott
Por Marcelo José Cabarcas Ortega
Al desandar sus pasos atlánticos, la poesía de Walcott colisiona con múltiples elementos que se aglomeran en su retorno hacia un origen más deseable que posible. En ese sentido, podría pensarse en Omeros como una precipitación hacia las raíces a través de las cartografías, idiomas, legados y cuerpos que se han mezclado irremediablemente en el horizonte del nuevo mundo. No es de extrañar entonces que su estilo enmarque un impulso condensatorio: por un lado traza el viaje de Walcott, el poeta, y por el otro el de Achille, el héroe clásico transfigurado por la imaginación isleña.
El de Achille es un retorno a un África de fantasmas que nunca podrá albergarlo. En el viejo mundo, el héroe comprende que su ser no solo se ancla a la memoria del éxodo, sino a lo que su cultura ha ganado a pesar de la violencia. El paso del poeta por meridianos y tratados demuestra exactamente lo mismo, que la estética de los pueblos antillanos nace de identidades múltiples, todas trenzadas en encuentros y desencuentros simultáneos. Al cruzar las fronteras físicas y simbólicas impuestas a la imaginación, ambos, poeta y marino, se percatan de que nunca hubo restricciones pues, para la unidad en la diversidad de la Diáspora, cualquier limite resulta ilusorio.
Esta certidumbre se plasma en varios recursos formales que se usan con gran pericia: la referencia erudita, la repetición simultánea de niveles narrativos, los intermezzos aún más profundamente situados dentro de los mismos, las metáforas que funcionan entrelazando varios niveles de sentido, espacio y tiempo, la palabra Omerica es tan transtextual como transhistórico es su protagonista. Pero, dentro de tal riqueza estilística, quizá sea la imagen el núcleo expresivo del poema, lo cual, de forma directa, nos obliga a hablar de las influencias. La precisión con la cual los detalles concretos encuentran balance con lo figurativo hace eco de las respuestas que, en su momento, y lejos de las islas, artistas como Ezra Pound y William Carlos Williams dieron al exceso figurativo de base romántica.
Pienso que la obra de Walcott debe ser situada en esa intersección, en el reconocimiento de una occidentalidad problemática que convive con el deseo de superarla. En su célebre “La musa de la historia” (1974), el futuro nobel afirma que la poesía “es el lenguaje del imperio y los poetas no son sus vasallos sino sus príncipes”,[1] idea que reafirma el derecho del caribeño a expresarse con las herramientas que los siglos, con todas sus tragedias, han hecho suyos. Sin embargo, la frase también apunta a un problema central para cualquier escritor situado en este rincón del mundo… ¿cómo superar la identidad colonial del modelo literario, que es el fruto de una imposición, para llegar a una expresión propia? En más de una ocasión, Walcott parece señalar que las diferencias categóricas son improcedentes porque para el poeta la tradición es el suelo fértil que lo nutre. El siguiente fragmento, perteneciente a una entrevista, apunta en esa dirección:
La gente ha malinterpretado, deliberadamente, que me gustaría ser un escritor “blanco”, o que mi herencia es la de un inglés “blanco”. Esto es ridículo. Es inconcebible para mí que ellos quieran decir eso. De lo que estoy hablando aquí es de la lengua, y ese patrimonio continúa, pues cualquier joven escritor en las indias occidentales de hoy en día, en cualquier lugar, tiene el idioma inglés como su ascendencia.[2]
Al ponerlo en esos términos, una inevitable ambigüedad se evidencia. Una estética como la suya es necesariamente dual porque no puede rechazar, en su avance, la historia de la que surge. Por eso, aunque el Caribe viva una memoria rota; es labor del poeta reunir estas piezas dispersas y en conflicto, moviéndose siempre hacia nuevos territorios creativos. Esta exploración se da frase tras frase, en las nuevas metáforas que se crean y que son, a su vez, plasmaciones de las siempre cambiantes culturas del archipiélago. Para Walcott pensar lo opuesto es repetir las interminables evocaciones racistas de una falta esencial, la idea de un mundo ilegítimo, sin raíces y degenerado, hecho de “fragmentos y ecos de gente real; nada original, quebrada.”[3]
[1] La musa de la historia. Fractal, 14, (4), p.43
[2] Walcott, D. (2009). Caribbean Voices. Londres: BBC. Recuperado de http://www.bbc.co.uk/worldservice/documentaries/2009/07/090721_caribbean_voices_1.shtml
[3] (1996). “Las Antillas: fragmentos de una memoria épica”. La jornada semanal, 87, p.2+++++++